Cannabis en Cuba
“El cannabis es peor que el opio, que la morfina o la cocaína, (…), porque despierta las pasiones más terribles y siniestras en las personas.”
“El cannabis es peor que el opio, que la morfina o la cocaína, (…), porque despierta las pasiones más terribles y siniestras en las personas.”
En Cuba, en 1937, el año en que los Estados Unidos estableció la Ley de Tasación de la Marihuana, que prohibía de manera efectiva el cannabis, Antonio Gil Carballo publicó su libro “Expendedores y viciosos. Opio, morfina, marihuana, cocaína, heroína”. En 212 páginas, el periodista describe los peligros del cannabis y de otros tipos de drogas para los jóvenes cubanos. “El cannabis es peor que el opio, que la morfina o la cocaína, (…), porque despierta las pasiones más terribles y siniestras en las personas.” El libro termina con el texto completo de la convención internacional de drogas celebrada en Ginebra en 1931, cuando se decidió imponer restricciones a la producción de los productores legales de opiáceos y cocaína.
Durante los años siguientes, Gil Carballo publicó una serie de artículos sobre el declive de Cuba a causa del próspero tráfico de drogas (“Cuba es el país número uno de las drogas”) e incluso se las arregló para confiscar “chitines” (porros) él mismo y entregar a algunos traficantes a la policía. Como experto en narcóticos, en 1945, Gil Carballo recibió el encargo del servicio secreto cubano de entrenar a un equipo de 25 agentes para luchar contra las drogas. A finales de la década de 1940, cientos de personas pertenecientes a la clase trabajadora fueron arrestadas, de las que la mayoría eran simples fumadores y traficantes de hierba a pequeña escala. A pesar de este grupo operativo especial, el mercado negro cubano siguió prosperando. La corrupción dentro de la policía fue una de las principales causas.
Poco después de la revolución cubana de 1959, Fidel Castro y sus fuerzas rebeldes introdujeron leyes relativas a las drogas draconianas, y se enviaba a todos los consumidores de drogas a campos de reeducación marxistas a realizar trabajos forzados. Mientras que los hippies en los Estados Unidos se dejaban crecer el pelo y consideraban a Che Guevara uno de sus héroes, los comunistas cubanos asociaban el consumo recreativo con una desviación ideológica. Incluso a día de hoy, en la isla caribeña, la posesión de una pequeña cantidad de marihuana puede conducir a una pena de prisión que oscila entre seis meses y dos años.
Nuestros museos de Ámsterdam y Barcelona presentan varios carteles de películas y novelas de ficción pulp con mensajes desternillantes en contra del cannabis, de la década de 1930, 40 y 50. El libro en lengua española “Expendedores y viciosos. Opio, morfina, marihuana, cocaína, heroína” (1937) forma parte de la amplia colección del Hash Marihuana & Hemp Museum de Barcelona.
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